miércoles, 26 de febrero de 2020

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EXCURSIONES POR ESTA ZONA.
EL GASCO

         Cuando me da “la venada” de irme de turismo, hace mucho tiempo que organizo excursiones o “Rutas”, como se llaman ahora, con suficiente interés para que nos animen a salir del cómodo cafetito en la Plaza, pero con la condición de volver a dormir en casa. En coche, claro, que lo de las Rutas a pie he tenido que ir dejándolo poco a poco. La última la contaré un poco más adelante.

         Se podría pensar que después de rutear unos cuantos años tomando como punto de partida Plasencia, enseguida se acaban las opciones, pero nada más lejos de la realidad. Gracias a las autovías, ahora nos podemos recorrer zonas antes inalcanzables de las provincias de Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz y las colindantes de Portugal; lo que llamamos La Raya, donde hay pueblos y zonas de una belleza impresionante y semioculta que hay que ir descubriendo poco a poco e incluso volver a ir para reforzar el conocimiento.

         Unas de las zonas a donde no nos cansamos de ir es a Las Hurdes y a la Sierra de Gata.

         Hemos ido al pueblo hurdano de El Gasco, a donde hay que ir expresamente porque la carretera se termina allí, pero es que solo este recorrido ya desde Vegas de Coria, Nuñomoral, Cerezal, Martilandrán con el Cottolengo, Fragosa, con las montañas que le rodean, los ríos llenos de meandros bordeados por antiguos bancales de pequeños huertos y los pueblos manteniendo muchas de las antiguas casas de pizarra, es suficiente regalo a la vista para volverse satisfecho.


 Junto al río Hurdano es un bonito sitio para tomar un tentempié.


El Gasco                              Fragosa y Martilandrán


Los meandros del rio Hurdano desde El Gasco hasta Fragosa y Martilandrán, vistos desde el satélite. Foto de SigPac.




 Una vista más cercana hecha por mí.




 El Gasco bajando la ladera hasta el río.





Uno de los bellos parajes cercanos. El Chorro de la Meancera.
Foto de Wikipedia. (Estuve aquí hace tiempo pero me olvidé la máquina de fotos)




 Y por último, el Volcán de El Gasco.


         ¡Las historias que se han contado sobre este monte! Descubrieron hace tiempo en su cumbre unas piedras porosas con pinta de lava volcánica y sin pensarlo más dijeron que era un volcán, aunque el resto del material fuera pizarra como la de los montes de alrededor. Otros más atrevidos dijeron que era el impacto de un meteorito, pero claro, también es puntería acertar “en mitad del medio” del cerro. Y además no hay más restos de este material en los alrededores, por lo que tenía que haber sido un meteorito muy meticuloso para colocarse justo en este sitio y sin molestar a los vecinos.

         Un análisis más concienzudo propone que en la cumbre existiera un fortín muy antiguo que sería posteriormente quemado en un posible asalto. El enorme calor del incendio descompuso las pizarras y las convirtió en Piedra Pómez. Es la teoría más convincente, pero eso sí, solo teoría.




         A lo largo de los años las piedras se han ido utilizando para diversos usos: el artesano señor Enrique y otros más las utilizaban para hacer cachimbas, pero como ya se fuma menos, y menos en cachimba, el negocio se ha parado. Un avispado fabricante de pantalones vaqueros le pagó a los del pueblo buenos jornales para que le bajaran las piedras y se las llevó a su fábrica para sus pantalones “lavados a la piedra”. Prácticamente agotaron el filón, así que yo le he comprado al sr. Enrique un par de piedras de las que tiene todavía para mi selección de “recuerdos pétreos”, junto con las diabasas del Dique de la Falla de Plasencia, las Cuarzos Rosas de Oliva de Plasencia, lava del Vesubio (esta de verdad) y otras muchas más.




Piedras del volcán de El Gasco y cachimbas de piedra pómez.

         Digo que se las he comprado porque intenté hace cinco años subir a la cima y no lo conseguí. La peripecia tiene su miga. Primero iba a venir conmigo mi amigo montañero Óscar Rivadeneyra, pero por motivos de trabajo no pudo, así que me armé de valor y me fui solo a conquistar la gloria. Lo primero que hice fue comprarle al sr. Enrique un callado artesano, poco suave de mango, y me dirigí hacia el monte por donde me habían indicado: “Sube por ese camino y cuando llegues a los castaños, a media ladera, coge el camino de la izquierda porque, si no, te pierdes”. Subo hasta los castaños, busco el camino de la izquierda… y allí solo hay un muro de pizarra. Subo, bajo, busco y rebusco… y nada. Y eso que veo una flecha de pintura roja que indica hacia la izquierda y que dice: Trepando. ¿Qué es eso de Trepando?

         Total, que no doy con el camino y lo desando a ver si veo a alguien que me indique, pero no veo a nadie y tengo que llegar hasta la casa del sr. Enrique al que le cuento mis cuitas. Me dice: sí, es por ahí, y tienes que saltar el muro. ¡Acabáramos! Eso es a lo que se refiere el Trepando dichoso. Se empeña el hombre en acompañarme hasta los castaños para que no me pierda otra vez y me dice: “pero yo subo despacio ¿eh?”. Bueno, que a mí tampoco me gusta correr. ¿Despacio? ¡Como las cabras! Como me daba vergüenza decirle que parara, llego a los castaños dichosos con la lengua fuera, pero con disimulo.




El sr. Enrique junto al muro y la señal de “Trepando”.

         Le doy las gracias, salto el muro y encuentro una vereda que sigo tan contento. A partir de ahí, la cuesta se hace más empinada; me recuerda a las subidas a la Sierra de Béjar donde hay sitios que cada paso que das es como subir tres escalones de golpe. Y para colmo el terreno está formado por trozos de pizarra sueltos que hacen que a cada paso retrocedes medio, con lo que ya empiezo a pensar lo que pasa por mi cabeza cuando me meto en una reparación casera y se me rebela: ¿Quién me mandaría meterme en este enredo?

         Para colmo de males hay que atravesar una pedrera: piedras sueltas en una pendiente que te puede llevar surfeando hasta los castaños. Afortunadamente y “gracias a mi habilidad” la paso y ¡hala! hacia arriba otra vez, subiendo escalones de tres en tres y bajando uno y medio. La lengua ya, arrastrando por el suelo. Me paro, bebo agua, vuelvo a subir, me paro, bebo agua, vuelvo…




Bonita la pedrera.

         Eso sí, las vistas muy bonitas. Entre los montes vecinos se ven los barrancos donde los arroyos se precipitan en cascadas de casi cincuenta metros formando lo que por aquí llaman Chorros o Chorrituelos. Aunque no me extraña que más de uno deje constancia escrita de que ha podido llegar hasta allí, por lo menos.



Barrancos junto a las laderas del Volcán.


Un tal Natan… llegó hasta aquí el 13-8-13.

         Pero todo tiene su fin. Ya la pendiente se hace más suave, el terreno está más firme, los árboles notan la altura (cerca de 1.400 m) y pasan a ser robles, abunda el musgo y me digo: ya estoy a dos pasos de la cumbre.


Terreno cercano a la cumbre del Volcán, más llano y con mucho musgo.

         Parece un paraje encantado. Pero mal encantado, porque en ese momento empiezo a sentirme mal, con taquicardia, dolor de cabeza, algo que no me había pasado nunca ¡y encima solo!. No lo pienso dos veces. Me digo: Aunque no haya llegado, ya he estado en el Volcán. Me bajo antes de que esto vaya a más. Me acuerdo de que tengo aspirinas en la mochila (de las de verdad, no las miniperrunillas que hacen en Pinofranqueado que están riquísimas y que compro siempre que paso por allí), me tomo una y… ¡milagro! En unos segundos vuelvo a estar como nuevo. Pero ya no me quiero arriesgar y cojo el camino para casita, que no va a ser fácil porque las pizarras se siguen resbalando y los escalones siguen allí.

         Por fin llego a El Gasco otra vez con la lengua fuera y le comento al sr. Enrique la peripecia. Mientras estoy descansando contándole mi aventura, descarga una tormenta de agua y truenos que se podía nadar en el aire del agua que caía. Mira, me digo, a lo mejor el achuchón que me dio fue un aviso de la Providencia para que no me cayera la tormenta y el aguacero por esas cumbres. ¡Qui lo sa!


Hasta en la foto se ve el agua cayendo a tromba sobre El Gasco.

         Antes de irme a casa, paro en un bar cercano donde encuentro a dos amiguetes de la zona y me tomo una cerveza con ellos, que me sabe a gloria.

         Todavía se acuerda el sr. Enrique de mi peripecia. Le compro una “casa hurdana” de las que hace y me despido muy afectuosamente, hasta la próxima.





EXCURSIONES POR ESTA ZONA.
CARNAVAL HURDANO.
EL BAÑO DE LA COCHINA

         Yo nunca he sido carnavalero, por eso he ido a pocas poblaciones donde se celebran los Carnavales y donde los del lugar se lo pasan bomba disfrazándose, cantando, bailando, comiendo y bebiendo. Están en su ambiente y con sus familiares y amigos y lo disfrutan a tope. Hacen bien. Hay que aprovechar todas las ocasiones de pasarlo bien.

         Pero yo nunca he tenido ni he estado en este ambiente y, aunque he ido a algunos Carnavales, no me ha entrado el “gusanillo”. En Navalmoral de la Mata están preparando todo el año las carrozas, los disfraces y las comparsas. Allí he estado una vez y, aunque era bonito, hacía un frio que pelaba. Lo hace casi todos los años, menos este y, a mí, con frio, no me apetece estar mucho tiempo en la calle.


Carnaval de Navalmoral de la Mata. Foto de Wikipedia.

         En Ciudad Rodrigo también se disfraza la gente, pero está más centrada la fiesta en el Toro. Hay encierros, buenas corridas y, sobre todo, un ambientillo taurino que contagia un poco. Son unas buenas fiestas, si estás metido en el ambiente.



Encierro y corrida de toros en Ciudad Rodrigo.
Fotos de Wikipedia.

         En Villanueva de la Vera es distinto. Allí no hay disfraces al uso. Los veratos, y las veratas sobre todo, se ponen sus mejores galas regionales y se pasan los días disfrutando del montón de actividades alrededor del apresamiento, juicio y ajusticiamiento de su bandido más famoso: El Peropalo.


Todas las villanovenses se visten de gala en Carnavales.

         Entre las muchas actividades que se desarrollan, hay una a la que llaman “el ofertorio”. En la Plaza Mayor ponen una mesa petitoria a la que van los paisanos a dar su limosna. A la vuelta, los “quintos”, disfrazados, con la cara tapada y con ristras de calabazas secas sujetas a un palo, le arrean a los ofertantes, que tienen que salir corriendo para librarse de los golpes. En teoría, las calabazas secas son blandas y se rompen en el impacto. Además, me fijé que, a los que llevaban niños de la mano, solamente les acariciaban con ellas, así que, a petición de mi hija de hacer con ella el ofertorio, me lanzo al ruedo, doy mi óbolo y, al darme la vuelta para salir, un descontrolado, me imagino que con el alcoholímetro disparado, me arreó un estacazo que hasta me hizo un corte en la cabeza y me tuvieron que atender los sanitarios. No ha pasado nunca, decían. ¡Ya, ya!


Las calabazas dispuestas a descargarse sobre las cabezas.


Parece ser que fui el primer herido calabacero. Me podían haber puesto una placa.

         Bueno, pocos Carnavales más hemos recorrido a excepción de varios en Plasencia porque a mi hija le gustaba disfrazarse. Y le sigue gustando, aunque ya en sus fiestas de pandilla.


Este año se ha disfrazado de muñeco de nieve.

         A lo que vamos. Dicen que desde tiempos inmemoriales se celebra en Las Hurdes su típico Carnaval Hurdano, donde participan gente de todos los pueblos y alquerías, disfrazados con pieles y cuernas de cabras y cabrones y otras muchas figuras representativas de antiguos personajes míticos como el "Burru antrueju", el "machu lanú", el “zajuril”, "la mona"; peleles como "la tarara", "el cenizu", el "obispu jurdanu", los "diabrilluh", las "mozas del guinaldu", el “rey del entrueju”, acompañados todos ellos por una corrobra folclórica de tamborileros.

         Tenía muchas ganas de asistir, pero nunca me cuadraba, así que este año nos hemos decidido y hemos ido a Pedro Muñoz, la alquería de Pinofranqueado donde se festejaba este año. De paso he comprado una “aspirinas de Las Hurdes”.

         Lo primero que nos encontramos al llegar es una procesión en la que llevan, sujeto a un palo, al “Morcillu” y, con él al frente recorren la pequeña población hasta encontrar “al Rey”. Siguen festejos y actos durante todo el día.


Preparación de los festejos.


Inicio de la “procesión” con el “Morcillu” en cabeza.

         La historia del Morcillu tiene su aquél y hay varias leyendas paralelas. La más oficial habla de que “era un ser monstruoso que vivía en lo más profundo de las sierras, guardando sus rebaños de cabras. Ocurrió que un año los hombres de Las Hurdes fueron llamados a una guerra que se dirimía fuera de sus fronteras, pasando mucho tiempo fuera y sin recibir noticias de ellos. Las mujeres los dieron por muertos y, como la necesidad aprieta, hicieron trato con Morcillu (también llamado don Perico), y este bajaba por las noches y se acostaba con más de media docena cada noche, pues estaba muy bien dotado. Dicen que a las mujeres les parecía el más apuesto galán. Un día llegaron los hombres al pueblo, se enteraron porque las mujeres “no les echaban de menos”, bajaron al Morcillu, lo pasearon y lo quemaron en una gran hoguera con gran disgusto de las mujeres, que lo defendían". (Comentario del folleto editado por la Mancomunidad de Las Hurdes).


Personajes del Carnaval Hurdano o Jurdanu.

         En vez de volver a casa directamente, nos acercamos a la tierra de Gata, pero manteniéndonos en el llano para visitar “El Baño de la Cochina”.

         La misma palabra lo dice. Parece ser que un porquero andaba tratando a una cochina que cada vez la costaba más trabajo andar y no veía mejora. En una ocasión se dio cuenta de que la guarrapa se revolcaba en una charca y se rebozaba con su barro. No le dio importancia, pero al cabo de unos días observó que la cochina andaba perfectamente y sin síntomas de malestar. Lo puso en conocimiento de sus vecinos y, desde entonces, es un lugar muy concurrido por personas dolientes que buscan y, parece ser, encuentran alivio a sus dolores.


El Baño de la Cochina un día soleado de invierno.


El Baño, con pacientes en tratamiento.
Foto de Wikipedia.

         Y qué mejor que terminar el día comiendo en uno de los muchos merenderos que hay por la zona. Este está a la orilla del rio Árrago, poco antes de desembocar en el Pantano de Borbollón.

         Está a la vista la cota que alcanzó la última riada, que incluso derribó una de las mesas de piedra.



         Ya llegando a casa, nos paramos un momento para hacer una visita a las vecinas del edificio de viviendas-nido cerca de Carcaboso.


Con estas comodidades ¿para qué quieren torres eléctricas?