martes, 30 de julio de 2019

POZOS


EN BUSCA DEL POZO PERDIDO

Hace unos días, en el Casinillo que se ha formado alrededor de mi amigo Francisco Santiago, un conocido, aficionado a las piedras romanas, nos trajo la noticia de que había detectado la existencia de un Pozo de aguas sulfurosas cerca de Villar de Plasencia, similares a las de Baños de Montemayor, El Salugral o Valdelazura, en las Alturas de Abajo. Y quería saber si era de procedencia romana.

Soportales de la Plaza de Plasencia.
En las mesas altas de la izquierda formamos el Casinillo.


     Como no tenía conocimiento de esta circunstancia, me entró el gusanillo explorador. ¿Cómo es posible que exista una cosa así en mis alrededores y no la conozca? Lo primero fue preguntar dónde se encontraba tal Pozo y, mira por donde, fue el mismo Francisco Santiago, Paco para los amigos, el que nos sacó de dudas.

      “Ese pozo está junto al cerro Cabeza Gorda, junto a la finca Cabezaolí, en el término de Villar de Plasencia y tiene unos peldaños para bajar hasta el agua”, dijo.
Inmediatamente me puse en marcha empezando por consultar los mapas disponibles: SigPag y Google Maps. Como no sabía exactamente lo que buscaba les di vueltas y revueltas, más cerca, más lejos, hasta que detecté un elemento extraño que me pareció ser una pequeña construcción con una cúpula piramidal. Así se veía en la sombra, por lo menos.

          ¡Este es mi Pozo! Me dije. Y, ni corto ni perezoso, me dirigí al lugar de autos.


 Junto al centro de la foto, lo que creí que era mi Pozo.

        Pero no. Cuando llegué a ese lugar, allí no había ni construcción, ni cúpula, ni nada. Mi gozo en un pozo, y nunca mejor dicho. No sé qué sería este extraño artefacto. Si lo vieran los aficionados a los extraterrestres, no tendrían inconveniente en decir que era un OVNI, pero lo más seguro es que se trate de algún remolque transportable para dar de comer al ganado que pasta por allí, sobre todo vacas. O vete a saber. Los que no sabemos de ganadería tenemos estas lagunas de conocimiento.

       Inasequible al desaliento, me puse a investigar por la zona, por los altos, por los bajos… y nada.

        Pero hete aquí que, cuando ya me iba, andando por la carretera N-630, veo que por donde he estado, medio tapado por las zarzas, se alzaba una pequeña construcción de verdad, con color de cal o cemento. ¡Tate, ahí está el Pozo, a por él!

        Cuando digo “pequeña construcción” me refiero a que es mucho más pequeña que las casas y tinados que hay por los alrededores y que pertenecen a la antigua Venta de la Viña, o a otras algo más lejanas como Cabezaolí de Abajo.

       Vuelvo sobre mis pasos y me dirijo hacia la construcción imaginándome no sé qué formas poceras me iba a encontrar. Según me acerco, vuelvo a desilusionarme porque empiezo a reconocer el tipo de construcción. Es una arqueta de las que se suelen construir en los regadíos para controlar el riego y la presión del agua. En la distancia, no lo había identificado. Aun así, me acerco hasta el lugar y ¡Sorpresa! Junto a la arqueta hay un pozo semiescondido, con forma circular y un brocal muy bajo, de piedra. Está tapado con traviesas de ferrocarril, de madera.



Situación del pozo Venta la Viña (junto a la +), cercano al anterior.


¿Y si fuera este el Pozo de mis deseos? Pronto lo averiguaremos. De momento, tiene un bonito brocal, aunque muy bajo, pero las dimensiones no me cuadran para que pueda alojar unos peldaños. No llega a los dos metros de diámetro interior, con lo que malamente se podría bajar si hubiera una escalinata.

        Naturalmente, hago unas fotos del interior y no hay ni rastro de escalón alguno. Tampoco es mi Pozo, aunque al principio me ilusionó un poco ver una pileta de granito con una forma extraña que no coincide con las piletas normales para que beba el ganado. Tiene forma de semi-bañera. Pero no, además las aguas no son sulfurosas. O por lo menos no huelen a huevos podridos. Visita fallida.


 El pozo de Venta de la Viña a la izquierda, junto a la arqueta del regadío.

Este conjunto está situado en el lateral de una pradera, junto a un arroyo, con todas las papeletas de ser un pozo de aguas freáticas, pero con pocas posibilidades de tratarse de aguas medicinales.

          Por otra parte, la existencia de una sola pileta-bañera, no justifica la existencia de tratamientos a la cantidad de personas que antaño se acercaban a buscar remedio a sus males. Dicen que en época de baños, se montaban auténticos campamentos con personas de todas partes utilizando el agua para lavarse y bañarse y, aquí no se ve consistencia para ello.



Vista más centrada del pozo, con las traviesas tapándolo para evitar la caída de ganado. O de personas.
La bañera que se ve al fondo no es la que he descrito anteriormente.



Esta es la pileta en cuestión.
La verdad es que tiene una forma extraña para ser un abrevadero, parece más un lavadero, pero Doctores tiene….


¡Otra vez vuelta a empezar!

         De vuelta al Casinillo, doy parte de mis investigaciones y, haciendo memoria, Paco Delgado me dice que la finca donde se encuentra el Pozo pertenece a la familia de Miguel Martínez, de Jarilla, que fue médico en Plasencia.

¡Acabáramos! Si yo soy muy amigo de su hijo, el artista (pintor y escultor) Miguel Ángel Martínez García. Tengo varios cuadros suyos en casa y le compré para el Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Cáceres una serie de cien pequeños cuadros y un panel grande con el escudo de la profesión, confeccionado con su estilo de pintura.










Miguel Ángel Martínez García y una muestra de sus pinturas-experimento con las rutas de los gusanos de seda, incluido nuestro escudo y una escultura sobre un canchal del monte junto la Virgen del Puerto, en Plasencia.


        Inmediatamente me pongo en contacto con él y, como está de viaje, quedamos para la semana siguiente. Dicho y hecho. El día convenido me indica el camino para llegar a la finca. Me pierdo un par de veces, como es normal, y llego a su casa-estudio que, como buen artista, la tiene llena de esculturas más bien modernistas y pinturas con su estilo, variado a lo largo del tiempo.

        La finca se llama Salugral de Abajo, en contrapartida al Salugral de Arriba que se ha convertido en un establecimiento Balneario “Termal Resort”, como se dice ahora, de primera categoría.

        Ambos se llaman así por tener un manantial de aguas sulfurosas que son muy buenas para curar algunas enfermedades, como reumas y afecciones de la piel. Estaban unidos por el Camino del Salugral, que todavía discurre por este nuestro.



Entrada a la finca Salugral de Abajo



 Parece ser que el nombre real es Parcela Salugral de Abajo.
En realidad es una segregación de la Dehesa de Cabezaolí.

 La situación en el plano está reflejada por las coordenadas UTM Uso 29.

Vista de la casa del Salugral con el mirador panorámico.



Otra vista con las chimeneas artísticas



Una de sus esculturas exteriores.
Forma de reciclar escombros.



Miguel ante una extraña veleta.



Y aprovechamiento de los materiales del lugar.



El mirador con vistas a la Sierra y a Segura de Toro.



Algunos de los cuadros en el interior.


        Una vez centrados en la finca adecuada, nos dirigimos a inspeccionar “El Pozo del Salugral de Abajo”.

      Bueno, resulta que en realidad no es un pozo sino un manantial de agua sulfurosa, en el que se ha excavado un pequeño pocito, como de un metro o metro y medio de profundidad, para almacenar el agua procedente del manantial.

       Este pocito está abierto directamente en el suelo, sin brocal ni nada y lo han protegido recientemente con unas tablas para proteger a las personas y al ganado.





El Pocito protegido y el nivel del agua arriba, cubierto de fusca.


        El agua sale de este manantial por su propio peso y se dirige hacia la casa, cerca de la cual se habilitó otro pequeño depósito de almacenamiento y algunos pequeños edificios para los baños y los distintos usos de estas aguas. No sale el agua caliente como en otros manantiales cercanos.




Perspectiva de la comunicación de pozos y vista trasera del depósito de almacenamiento.
A la derecha, en la primera foto, uno de los edificios utilizados.
Recuerda Miguel que, de pequeño, veía esta explanada llena de gente, como si se tratara de un campamento.



Vista delantera del depósito de almacenamiento.
De aquí se sacaba el agua, a cubos, para los tratamientos.





Dos vistas del nivel del almacenamiento, que también se llena por su propio peso.



El agua sobrante se utilizaba para el ganado.


        Pues bien, en parte, hemos solucionado un asunto, pero ¿qué pasa con los escalones? Primero, esto no es un Pozo, sino un Manantial de aguas sulfurosas, con lo que tenemos averiguada la primera incógnita y, segundo, nos faltan los famosos peldaños, que no aparecen por ninguna parte.

        Recuerdo que en mis primeras investigaciones, me pasé por Villar de Plasencia con la esperanza de encontrar a alguien que me pudiera orientar. Debía ser una persona mayor, que son las que andaban por el campo. Los jóvenes van en coche y no lo patean lo suficiente. Lo comprobé cuando me tomé un cafetito en el Bar El Avión, en el cruce del Villar. Le pregunté al camarero y ni le sonaba que hubiera algún pozo por allí.

       Sin embargo, justo a la entrada del pueblo, estaba tomando el fresco un hombre como de mi edad, sentado en un banco de la carretera y, cuando le pregunte por el Pozo de los escalones, enseguida me dijo dónde estaba y por donde tenía que ir. Lo conocía perfectamente porque, de pequeño, iba con su abuelo a dar de beber a los cochinos. Se llama el Pozo de La Solanilla, por la finca donde se encuentra. La segunda vez que vi a este hombre me preguntó ¿a que no has ido por donde te indiqué? Pues no. Le di preferencia al Salugral de Abajo y me olvidé de sus consejos.

        Me volvió a dar las explicaciones oportunas y esta vez hice promesa formal de seguirlas. Claro que no ese día, porque ya estaba anocheciendo.

        Al día siguiente, más o menos, me acerco al lugar de autos y comienzo la ruta: La gasolinera; a unos 500 m dirección Salamanca, un camino a la izquierda; paso la vía del tren y una portera a la izquierda; subo la cuesta y, a la derecha, una portera; la abro, paso y la cierro; y sigo el camino otros 500 ó 600 m. no es fácil verle, me dice, porque está entre las piedras y certifico que, efectivamente, todo ese campo es una Dehesa con muchos canchales de granito.

        Paro junto a un cercado de piedra y me pongo a recorrer la zona. Primero lo más cercano y, luego, más lejos, haciendo círculos. Solo me faltó pisotear a las vacas que pastaban por allí. Y nada. Ni pozo ni señales de ello.

        Desilusionado, me voy y, cuando llego a la gasolinera, veo gente rondando por allí. ¡Voy a preguntar a alguien a ver si hay suerte! Veo que hay un grupo de personas dentro de la gasolinera charlando y tomándose unas cervezas y le pregunto. Inmediatamente me dijeron que sí que lo conocían y que no lo había encontrado porque me habría despistado. El hombre, en vez de darme explicaciones y aunque eran ya las 9,30 h de la tarde, me montó en su furgoneta y me llevó a La Solanilla otra vez. Abrimos y cerramos la portilla y, nada más entrar, se dirige hacia la derecha en lugar de seguir el camino. Campo a través hacia un cerrete próximo, iba sorteando canchales hasta que me dice ¡Ahí está!



La flecha y la cruz señalan la situación del Pozo de La Solanilla.


        Me fijo y veo una hilera de piedras a media ladera. Nos dirigimos a ella y, ¡Aquí está! Una construcción a nivel del suelo de 7 a 8 m de larga y poco más de un metro de ancha. En uno de los extremos se inicia una escalera de piedra con veinte escalones descendentes y, al final, el pozo.



Vista lateral del Pozo.



Vista del inicio de las escaleras.



Escaleras de bajada al Pozo.



Al fondo, el Pozo, todavía oscuro.



El Pozo está casi seco. El nivel está muy bajo y se ven las piedras del fondo a poco más de una cuarta. No se ven pilones cerca que justifiquen el bajo nivel del agua. Posiblemente sea ese el nivel corriente y que hayan arrojado piedras rellenándolo.


        En un artículo escrito por dos investigadoras, V. Rodrigo y S. Haba, titulado Aguas medicinales y Culto a las aguas en Extremadura, incluyen, entre otros, este Pozo, pero le adjudican como perteneciente y complementario al del Salugral, lo que no es cierto, porque está en un lugar completamente distinto y separados una distancia de 1,8 km. Y no tiene aguas sulfurosas.


Vista frontal del Pozo en el artículo.

         Antes de descubrir el Manantial del Salugral de Abajo y el Pozo de La Solanilla y, como recurso por si acaso, me enteré de que en la finca lindante con la Parcela del Salugral, Cabezaolí I, había un pozo, así que me fui a verlo.


       Se trata de un pozo bien bonito para abrevar al ganado, con un brocal construido con cuatro losas de granito junto a cuatro pilas, también de esta piedra.

        Naturalmente, ni tiene escalones, ni las aguas son sulfurosas, pero no quise irme sin documentarlo.



Puerta de acceso a la finca Cabezaolí I.





Vistas del Pozo Cabezaoli I y sus pilas abrevaderos.



SITUACIÓN DE TODOS LOS POZOS.




























Y NO HE ENCONTRADO NINGÚN RESTO ROMANO EN NINGUNO.
(A MI MODESTO SABER Y ENTENDER)