martes, 21 de septiembre de 2021

Adiós, Sánchez-Ocaña

 

ADIÓS, SÁNCHEZ-OCAÑA

El pasado viernes, 11 de septiembre de 2021, Óscar Rivadeneyra, me regaló esta bonita acuarela de la calle Mayor de Sánchez-Ocaña, de Béjar. Concretamente centrada en el número 18, en el que ha sido hasta este verano la casa familiar de mis padres, de mis hermanos y mía.

        Al principio vivíamos en La Carrera, pero hará unos setenta y tantos años nos cambiamos al 2º derecha de este edificio, donde ya nacería nuestro hermano Chago, del que hemos llevado las cenizas al panteón familiar el lunes, día 20 de Septiembre de 2021.

        Digo setenta y tantos años porque no recuerdo bien la fecha y no tengo ganas de investigarla, pero debieron ser setenta y muchos porque sí recuerdo que me llevaron en brazos. No sé quién, pero lo recuerdo casi como si fuera hoy. Posiblemente Joaquina, que parecía pequeña y enclenque pero debía tener una fuerza y una vitalidad sobresalientes.

        Tampoco yo debía pesar demasiado, porque no tenía todavía la barriga que echamos muchos españoles a cierta edad y que la llaman “la curva de la felicidad”, pero esa caminata de casa a casa con un crio en brazos no debió ser un plato de gusto.

        Tengo pocos recuerdos de esa época en la nueva casa. Me imagino que echaríamos en falta la posibilidad de estar todo el día en la calle, gateando por el muro del Palacio de los Duques, que entonces no sabíamos que lo era o de subir a casa de Manolo Zúñiga, que vivía en el piso de encima, compararnos con Fausto, el Gigante de la Calzada, que trabajaba en el Molino de Pichón que era del padre de Manolo.

        Decía mi madre que no podía ser porque era muy pequeño, pero tengo muchos recuerdos de esos años y de esa casa.

        Vino Raimundo Faure a ponernos una inyección para algo y salimos corriendo a la calle. Con esa edad, yo corrí hacia la Plaza Mayor, que está al lado, y no sabía volver. Me rescató una de las chicas de casa.

        Había cerca una mujer que seguramente sería joven pero que a nosotros nos parecía muy mayor porque decían que era bruja. La pobre debía estar algo trastornada y se vestía de manera estrafalaria, con un gran lazo de colores chillones en la cabeza. Se llamaba Catalina y corría detrás de nosotros, seguramente porque nos meteríamos con ella. Desde entonces no me ha gustado nunca este nombre. Hay poblaciones que tienen como patrona a Santa Catalina de Sena o a Santa Catalina de Alejandría, de la que una Zúñiga de la Edad Media trajo la primera imagen desde Nápoles a Salamanca, pero en mí no ha cuajado nunca este nombre.

        Además mi madre nos cantaba esta canción:

         -Catalina, mi vecina, chinchirinchín

        -mujer de mucho aparato, tan pirulé como tan pirulá olé y olá

        -se comió la longaniza, chinchirinchín

        -y le echó la culpa al gato, tan pirulé como tan pirulá olé y olá.

         El murallón que teníamos frente a casa era una constante invitación a subirnos por él, por el aliciente de la subida y por las plantas de anís que nacían entre las piedras. Mucho después supe que eran hinojo, pero nosotros las llamábamos anís. Luis se atrevía a subir mucho más que yo, pero tampoco podía llegar muy alto porque doña Olimpia, la madre de Paco Manzanares le veía desde su casa, llamaba a nuestra madre y se lo decía.

        Estaba yo sentado en el caño frente a casa con mis elucubraciones y, al ver pasar a una persona que me parecía mayor aunque no debía sobrepasar los 15 ó 16 años (lo sospecho porque ahora es poco mayor que yo) pensé: “Este hombre tiene cara de perro”. El pensamiento debió ser tan fuerte, que el hombre se me acercó y me dio un bofetón.

        La galería de casa estaba orientada hacia la estación del ferrocarril. En aquella época era costumbre entre los viajeros decir adiós con los pañuelos a través de las ventanas que daban hacia Béjar. Yo pensaba que me lo decían a mí y, desde de la cristalera, empinándome para llegar, les decía también adiós con mi mano. Más tarde, cuando cogí alguna vez el tren hacia Salamanca, no se me ocurrió nunca sacar el pañuelo. Seguro que Béjar me lo perdonó porque no me ha guardado rencor.

        En la nueva casa, los recuerdos son muchísimos, pero ya desde un poco más mayor. Ya jugábamos Luis y yo partidos de fútbol en el pasillo o en la galería, con grave perjuicio para los geranios que nuestra madre tenía que reponer con cierta frecuencia. También los jugábamos al aire libre, en el balcón de la galería.

        Allí jugábamos a todo y se nos caían cosas, unas veces al corral de los Cid y otras al tejadillo del piso de abajo. En este caso no había problema, saltábamos la barandilla y, agarrándonos a uno de los barrotes, nos inclinábamos hasta recuperar el objeto caído. ¡A tres pisos de altura! Ahora me tiemblan las piernas cada vez que me acuerdo, como el día que Luis se pasó a la casa vecina de los Cid, desde este balcón, entrando por un ventanuco y agarrándose al canalón que, milagrosamente, le aguantó el peso.

        Naturalmente no todo eran aventuras. Mis hermanas eran muy cantarinas y de vez en cuando componíamos canciones o estrofas sueltas aprovechando cualquier pequeño acontecimiento:

         ¡Lo que hizo la E!

        ¡Lo que hizo Susí!

         O, utilizando el soniquete de las canciones populares que cantaban y vendían los buhoneros por las calles:

         -Era el mejor día del año

        -cuando más brillaba el sol

        -una manada de cerdos

        -saltaba de flor en flor.

        …………………………

        -¿A qué venís hijos míos?

        -¿Venís a por la matanza?

        -No señora, no señora,

        -¡venimos a asesinarla!

        …………………………..

        La continuación no es apta para personas sensibles.

         No hay espacio en este artículo para recordar tantos años vividos, por lo que voy a optar por presentar algunas fotos de las que, a lo largo del tiempo, se han ido produciendo y que no suponen un resumen exhaustivo. Hay muchísimas más y a lo mejor más representativas, pero son las que tengo ahora a mano.

 

Otra acuarela de Óscar.

Aquí aparece la casa con la fachada sur.

Y aquí, vista desde El Castañar.

Cuando aprenda a quitar bien los cables, lo haré.


Vista del Monte y de la Sierra desde la galería sur.

 

Nuestra primera casa, en La Carrera.

Aquí está mi nieto Marcos charlando con Óscar Rivadeneyra.


 A la izquierda se adivina la casa de Sánchez-Ocaña 18, junto a la Plazuela de Gómez Rodulfo (sin guión).

 

 

La siempre presente bisabuela Matilde Petit Harguindey
 

Uno de los cuadros elegantes del salón.

 

Otro permanente, el tapiz del salón.

Y hablando de tapices, los de Susi.

 

La primera composición familiar al completo.

 

Y otra que hice de los padres.

La familia al completo celebrando las Navidades en el comedor tirolés que dio tanto juego.

Esta es la última foto de familia donde estamos los seis hermanos, en el salón.

 

               

 Otras dos reuniones familiares con el mismo decorado.

                 




















    

Y esta debió ser la última.

En el salón había varios ambientes.

 

  Con muebles de distintos estilos.

 


 Quizá uno de los muebles que más pena me ha dado dejar.

La lumbre artificial la traje de Bilbao y calienta bien, bien.


 De las comidas familiares que nos preparaba Susi, quizá esta fuera la última.

 

Soplando las velas en su 70 cumpleaños.

 

 




















 En esta celebrábamos, sin saberlo, su último cumpleaños.

75 añitos.

 

Aquí estamos preparando la venta del piso con Juanjo Delgado Calzada y María Jesús Hidalgo Mateos, con Manolo Delgado como testigo acompañante.

 

Y el punto final, la firma en la Notaría el 17 de Febrero de 2021.

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

El Sinaí

 

LA MINIPENÍNSULA SINAÍ - CECLAVÍN

        Desde la primera vez que fui a Ceclavin, hará 55 años más o menos, esta localidad de la provincia de Cáceres me ha intrigado por varias razones.

        La primera era que, para llegar desde Plasencia, había que ir expresamente. No ha sido nunca lugar de paso. Está situada en una península formada por los ríos Tajo y Alagón y la única entrada (o salida) era por Portaje y Torrejoncillo. Cualquier otro camino había que hacerlo pasando los ríos con barcas. Las barcas eran unas plataformas construidas de madera, más o menos grandes según la importancia del camino, capaces de cruzar el rio con personas, carruajes, caballerías y hasta ganado previo pago del precio estipulado.

        Si había corriente, se aseguraba que no se la llevara el agua rio abajo mediante una soga tendida de orilla a orilla que, posteriormente, se cambió por un cable de acero.

        Si el rio era más tranquilo, el barquero la dirigía mediante una larga y resistente vara al estilo de las góndolas de Venecia.

 Imagen de una barca cruzando un rio, tomada de Internet.

        Las barcas que hubo a lo largo de los siglos para acceder a Ceclavín, según el punto de partida, son las siguientes:

        -Viniendo de Coria, en el Alagón, entre Casillas de Coria y Pescueza.

        -Viniendo de Zarza la Mayor, en el Alagón, donde se construyó posteriormente el primer puente.

        -Viniendo de Alcántara, en la unión de los dos ríos.

        -Viniendo de Garrovillas de Alconetar, en el Tajo, entre esta población y Acehuche.

        Los caminos entre Casillas y Pescueza y entre Garrovillas y Acehuche, han desaparecido.

        El camino de Zarza se ha convertido en la carretera regional   EX-372, antigua CC-212.

        El camino de Alcántara sigue, en muy mal estado, para dar acceso a las fincas de esa zona y para el acceso de los pescadores al embalse del Tajo. Es un camino infernal en el que se tarda una hora en recorrer los 14 km que hay desde Ceclavín al extremo sur de la península, so pena de cargarte el coche.

Situación de las antiguas barcas para paso de los ríos Tajo y Alagón. Los trazos rojos son los antiguos caminos por los que se llegaba a las barcas, enderezados.

        Hace un siglo, más o menos, se construyó un puente de hormigón donde estaba la barca de Zarza la Mayor. Como más adelante se asfaltó la carretera y se había construido la de Salamanca – Cáceres, las barcas dejaron de usarse y desaparecieron.

Primer puente sobre el río Alagón para unir Ceclavín con Zarza la Mayor.

         En 1970, con la construcción del embalse de Alcántara, este puente, como otros muchos en la zona, quedaron inundados y hubo que construir otros nuevos con la cota mucho más alta y con tecnología más moderna.

Vista de los dos puentes, aprovechando la bajada de nivel del pantano.

 

Vista aérea de los trazados de la antigua carretera y de la nueva, cada una con su puente sobre el Alagón.

        Muchos de los datos que doy en este artículo los he tomado de dos divulgadores extraordinarios: Emilio M. Arévalo Hernández y José Ramón Alonso de la Torre.

        El primero es un erudito de este tipo de obras, puentes, carreteras, etc. y tiene datos y fotografías únicas, como las que traigo a este artículo.

        De la Torre es descendiente de Ceclavín y tiene un montón de historias y anécdotas muy buenas de su pueblo, que suele publicar en el diario HOY, además de otros muchos temas de la región.

 

        Pasado el tiempo, adquiriendo importancia y trascendencia geopolítica la Península del Sinaí por las guerras entre árabes e israelíes y mirando con más detenimiento la situación de esta zona de la provincia de Cáceres, hace tiempo que se ha creado en mi cabeza un paralelismo entre ambos terrenos por la forma parecida y, sobre todo, por estar aisladas por dos masas de agua similares en la forma. Salvando las distancias de cualquier otro tipo de comparación.


Siempre he asociado la forma de una península con la otra, por lo que la he dado el nombre, particular, de Sinaí.

        El viernes pasado, 10 de septiembre de 2021, me he quitado el gusanillo que tenía desde hace algún tiempo y he recorrido el trayecto desde Ceclavín hasta el extremo inferior de la península, dando vista a la desembocadura del Alagón en el Tajo, desde esta perspectiva.

        He hecho algunas fotos y las he unido para ver toda la perspectiva. No tengo drones ni elementos apropiados para unas buenas imágenes, pero menos da una piedra. Y ahí están.

        Después me fui a la otra orilla, cerca de la presa de Alcántara, e hice las mismas fotos, pero desde el lado contrario.

        Objetivo cumplido.

Vista desde la península. Al fondo, la presa. A la izquierda el Tajo y a la derecha el Alagón.

Vista desde la zona de la presa.

 

Claro que, a vista de pájaro, está todo mucho más claro.

Foto SigPac.

         De Ceclavín se pueden decir y ver muchas más cosas, la Torre-prisión del reloj de la Plaza, la Iglesia con escalera exterior, las Ermitas del pueblo, la cerámica, la chanfaina, los melones que se criaban antes en estos secanos y, como no, para los bejaranos, la Cruz del Señorito.

        Pero esto es para otro tipo de artículos. Y de esta Cruz ya he hablado en este blog.