martes, 16 de agosto de 2022

Brugués y otros

 

LAS FAMILIAS DE CATALUÑA Y OTROS

 Estábamos esperando que en Agosto bajara un poco la temperatura para salir a hacer la escapada larga del año pero, aunque nos anunciaron que venían otras olas de calor en este mes, ya estábamos aburridos de esperar, así que buscamos un hueco entre compromisos y visitas familiares y aunque dejamos a Pilar hija sola en Plasencia, nos marchamos hacia Cataluña a hacer una visita a las familias que viven en Sant Cugat y en Barcelona, que con esto de la pandemia ya llevábamos unos años sin vernos.

    La idea, en principio, era ir primero a Sant Cugat, estar unos días, y pasar luego por Barcelona, todo en visita familiar. Después lo que saliera, hacia los Pirineos. Y así lo hicimos.

    Salimos de Riolobos poco antes de tomar el cafetito, que lo hicimos en un área de servicio de la autovía y, ya con fuerzas, camino de Madrid y Zaragoza. Por el camino paramos a comer en un sitio que nos parecía típico de la Alcarria y que luego resultó ser un sitio sin “chicha ni limoná”, pero bueno, de lo que se trataba era de comer.

     Ya por Zaragoza, con la barriga llena y sin la siesta, cada vez se me hacía la carretera más cuesta arriba, pero aguantamos hasta Fraga, donde llegamos “con la caló”, así que ni hicimos visita turística ni nada.

    Recordamos que aquí se nos fundió una biela del R-6 en un viaje a Barcelona para asistir a la boda de una pariente Brugúes, una hija de María Brugués Abizanda y de Martín Carrer Vilaseca (Martin Carrier, que le llamaba uno de los invitados).

    Tuvimos que ir a Barcelona y volver en tren; el del taller no supo arreglar la avería y hubo que facturar el coche en el tren en una batea. Tardó casi un mes en llegar a Plasencia, con una cuarta de polvo y sin radiocaset. Ya me “recomendó” el factor de la estación que lo asegurara y así lo hice. Luego, no pude hacer la reclamación porque era una Motorola que me trajo Susi de Nueva York sin pasar por la aduana y me dijo mi amigo Paco el policía que si denunciaba el robo me podía caer una buena multa.

    De todas formas, cuando la Guardia Civil preguntó al factor si lo había cogido él, dijo que no y así quedaron las cosas.

Renault R-6.

SANT CUGAT

    Ya en Sant Cugat nos alojamos en Can Carmen y Enrique, que nos resultó de estancia muy agradable y a un precio de ganga.

    El mismo día empezamos con el descubrimiento de la Escalivada y la visita de Julia, Joan y las niñas Emma, Alba y Abril, que están muy guapas y muy creciditas.

    Nos vamos con ellas a ver el Monasterio, donde quiero ver si nos podemos hacer con algún trozo de piedra para la colección de minerales de Marcos. No íbamos con la piqueta ni nada. Simplemente íbamos a ver.

    Por el camino, y por la “caló”, paramos en una heladería y horchatería donde rebajamos nuestra temperatura.

Rebajando la temperatura.

    Resulta que el Monasterio de Sant Cugat está construido con la piedra de la zona, caliza de Montjuic, de donde se extrajo casi toda la piedra para los edificios más antiguos de Barcelona y alrededores hasta que se prohibió su extracción y se cerraron las canteras.

 

Monasterio de Sant Cugat.

    Es una piedra caliza relativamente joven; dicen que “solo” tiene 12 millones de años y por eso se ven incrustados en ella trozos de conchas de moluscos sin descomponer todavía, pero con la suficiente consistencia para utilizarla antiguamente en la construcción.

 

Piedras calizas de Montjuic con restos de conchas de moluscos.

    Sin muchas esperanzas, llegamos al edificio y, después de examinarle detenidamente, conseguimos detectar varias conchas incrustadas, pero claro, no íbamos a hacer ninguna barbaridad que nos llevase a la perrera y a la vergüenza cultural.

    Pero se nos ocurrió dar una vuelta alrededor del edificio y, mira por donde, como están de obras, las niñas empiezan a encontrar en el suelo pequeños trozos de esta misma piedra y a descubrir trocitos de conchas muy visibles, así que las guardamos en una bolsa y nos las traemos a casa. Son las que salen en la foto anterior.

    A la mayor, como las conchas parecen pipas incrustadas, la llamamos Pepita, a la de la derecha, que se ve bien la concha, Conchita y a la pequeña con concha, por haberla descubierto Abril, la pusimos su nombre. Pepita, Conchita y Abril. Hubo algunas más pero ya no dio lugar a poner más nombres.

    Aun así, seguimos inspeccionando y, en el lateral derecho del edificio, descubrimos, empotradas en el muro, conchas mucho más grandes, como de ostras, que naturalmente no se nos ocurrió arrancar, pero sí inmortalizarlas en una foto con las tres buscadoras.

Las tres arqueólogas señalando una ostra incrustada.

    La tarde-noche junto al Monasterio dio para mucho más, pues se dieron varias circunstancias que facilitaron que me vinieran a la memoria varias historias de las que he contado a hijos y nietos y que era el momento adecuado para repetírselas a las tres niñas, a las que veía muy receptivas.

 TÓRTOLAS

    La primera surgió cuando estábamos terminando la visita alrededor del Monasterio. En los árboles cercanos sonó el canto de una paloma turca. Sabemos que dicen: diecio-cho, diecio-cho… Y es que, estando Jesús en la Cruz, un legionario se apiadó de él y al ver a una mujer con un cuenco de leche, la dijo: te doy las diecisiete monedas que tengo por el cuenco. La mujer contestó: Dieciocho. Solo tengo diecisiete ¿qué más te da? Dieciocho, dieciocho, siguió diciendo. Jesús, al verla tan avariciosa, la maldijo y la convirtió en tórtola, que siguió diciendo diecio-cho, diecio-cho para toda la vida. Se dice que si algún día dicen diecisiete, vuelven a ser mujeres, pero como digan diecinueve, se acaba el mundo.

Tórtolas turcas.

Como viven en los parques de las poblaciones, no se las puede cazar y ya han invadido Europa y el norte de África.

 CROISSANT

    La siguiente historia surgió cuando se oscureció el día y apareció la Luna “en croissant”, es decir, en cuarto creciente.

    Me vino a la memoria la historia de la Orden del Croissant (el Creciente), fundada por el Rey de las dos Sicilias Carlos I en 1268, pero duró poco tiempo. Posteriormente, en 1448, el Rey René de Anjou instituyó la Orden de los Caballeros de la Loz en Croissant con un creciente de oro esmaltado como condecoración. También duró poco tiempo porque el Papa Pablo II, enemigo suyo, la suprimió en una bula en 1460.

    Un pastelero de París, amigo de la Orden, para que no se perdiese su recuerdo, ideó un dulce con forma de Luna en Croissant y tuvo tanto éxito que hoy se le conoce en todo el mundo.

    Hay otra Orden turca de la Luna Creciente, pero no tiene nada que ver con la nuestra. Además su insignia está dibujada en “cuarto menguante”.

 

Luna en cuarto creciente y ...


Croissant. 

 

DON TULIPO

    A pesar de la intensa iluminación de la Plaza, con focos muy potentes y a mucha altura, al lado de la Luna se podía ver, casi adivinar nuestro lucero familiar: don Tulipo, el primer lucero que aparece todas las noches despejadas, de color blanco, que algunos llaman Venus.

    En un cuento que nos compraron nuestros padres cuando éramos pequeños, se narraban las aventuras y desventuras de don Tulipo y su familia en una excursión por el campo. Al atardecer y empezar a asomar en el cielo la Luna y las estrellas, “apunta el primer lucero, dijo al pronto don Tulipo”. Por eso a mis hijos y nietos y ahora a las sobrinas, las digo que, cuando me muera, me iré a vivir a Don Tulipo, que así le he bautizado, y desde allí podré seguir viéndolos.

Monasterio de Sant Cugat con la Luna y don Tulipo.

Parte de la concurrencia esperando la salida de la Luna y de don Tulipo.

 SANT CUGAT

    Dos días después nos hemos juntado con toda la familia Santcugateña. Cenamos todos en otra placita y esta vez vinieron Miguel y Sílvia con Quim y Marina, y se incorporó Enrique con su hermana Aurori.

    Hacía calor, como todos los días desde primeros de Julio, pero con buenas viandas y con la conversación, apenas se notó. La Escalivada tenía otro formato pero estaba igual de buena. Cerveza, vino de la tierra y todo lo demás.

    Nos hicimos unas fotos con los niños para que se acuerden de nosotros y para recordar cómo eran, cuando los volvamos a ver.

Los niños con algunos mayores.

Composición de la mesa de los mayores.

Y la mesa de los pequeños.

 RUTAS

    Una de mis visitas pendientes desde hace mucho tiempo es la Ruta de los Brugués. Hace unos años intenté hacerla con Susi y Mari Carmen pero, por no me acuerdo qué circunstancia, no pude ir e hicieron parte de la ruta ellas dos.

    Digo parte, porque la Ruta está formada por dos lugares a visitar: Can Jaume y la Ermita de Brugués y ellas solo fueron a la primera.

    No hará falta recordar que mis hermanos y yo nos apellidamos Gómez-Rodulfo Barbero Brugués y en Béjar somos “los Brugués” entre el montón de familias Gómez-Rodulfo.

 CAN JAUME

    Can Jaume (se pronuncia Yauma) se puede decir que es la Casa Madre de esta familia Brugués y está en Castellolí (Barcelona). Parece ser que es un apellido muy común en la zona. Hasta hay un “barrio de la provincia de Barcelona” cerca de Castelldefels que se llama Brugués. Ya hablaré de ello.

    El primer Brugués que vino a Castellolí desde Gerona, en 1699, fue un Jaime (Jaume) Brugués, que se casó con Magdalena Lluciá, que era la pubilla del Mas Lluciá de les Parres.

    Uno de los hijos, Jaume Brugués i Lluciá se casó con Rosa Muset i Casanovas, pubilla de Cal Muset de baix, el actual Can Jaume.

    Desde el primer Jaume Brugés hasta el último Jaume Brugués i Brugués actual, ha habido muchos “hereus”. Todos propietarios varones.

    Nuestra familia desciende del propietario Josep Brugués i Jordana, que se casó con Bonaventura Puigdengolas i Fructuós. Tuvieron seis hijos: Josepa, Jaume, Celestina, Pau (el bisabuelo Pablo), Amelia y Just.

    Como es (o era) costumbre en Cataluña, habiendo hijos, recibe toda la herencia el mayor, el “hereu”, aunque haya una hija mayor. Si no hubiera varones, ella sería la “pubilla” y sería la heredera universal. En este caso, el hereu fue Jaume Brugués Puigdengolas, que se casó con Concepción Barris y tuvieron un solo hijo, también Jaume.

Este es el árbol genealógico de los “hereus” de Can Jaume.

Como no se verá bien, al que me lo pida se lo mandaré como foto para que lo pueda ampliar.

No está completa la lista desde 1699. Habría que investigar más.

    En esta ocasión nos acercamos Pilar, Mari Carmen y yo a Can Jaume y la primera sorpresa es que en el letrero de la entrada pone: Cal Jaume Brugués. Para que quede constancia.

 

Parece ser que también se dice Cal Jaume.

    Llamamos y aparece María Dolors Haro, esposa de Jaume Brugués i Brugués. Nos presentamos y enseguida llama a su marido, que está trabajando con el tractor preparando la próxima cosecha de cereal.

Entrada a la casa.

    Entramos en la casa, que es una típica Casa de Labor, donde vive el matrimonio y donde recibe las frecuentes visitas de hijos y nietos, algunos de los cuales viven en otra masía cercana.

    La han explotado algunas veces como Casa Rural utilizando parte del edificio, pero ya hace algún tiempo que no acogen a nadie salvo que sea un compromiso muy grande.

Patio interior.

    La casa es muy grande para dos personas, con muchas cosas que mantener y la estancia de los nietos con sus trastos y sus juguetes, no ayuda mucho.



Detalles de la planta baja y la escalera a la planta primera.

Hicieron una reforma en 1882.


El salón de la planta primera va de fachada a fachada y es una preciosidad.


Una de las habitaciones con un mosaico de fotos de hombres y mujeres Brugués.

Entre las que está nuestra abuela Susana Brugués Petit.

Mamá Susa, como la llamábamos nosotros.

O lo parecía, que ahora no lo tengo tan claro.

La segunda es nuestra abuela, con seguridad.




Distintos momentos de la visita.

En lo alto de la colina está el castillo de Castellolí, propiedad de Jaume Brugués. Lo ha cedido a la Diputación durante 50 años para que se hagan cargo de la conservación. Es muy visitado.

A la derecha, entre los cipreses estaban las tumbas de los antiguos Brugués. No nos asegura que quede alguna por el vandalismo.

    Curiosidad: Este Jaume actual se ha aficionado algo a los coches clásicos y tiene en perfecto estado el Seat 1400 (A o B, no lo sé) que perteneció a Pablo Brugués Abizanda y un Seat 600 con los que ha hecho algún rally.



 

ERMITA DE BRUGUÉS

        A unos 8 km de Castelldefels, está lo que se llama el barrio de Brugués. Google dice que es un barrio en la provincia de Barcelona. También lo llaman Bruguers.

        La cuestión es que, al oeste del pueblo, junto a la carretera, hay una ermita que se llama así: Ermita de Brugués.

        No estaba abierta y no pudimos ver el interior, pero el exterior llama la atención el color rojo de sus piedras. Según parece son de Jaspe Rojo, conocido también como Jaspe Hematite, por el color rojo sangre.


Jaspe rojo o Jaspe hematite de la Ermita de Brugués.

    En los alrededores de la zona hay muchas minas de donde extraen o extraían este material porque tiene muy alta proporción de hierro. De ahí le viene el color rojo del óxido.

    La advocación es a la Mare de Déu de Bruguers o la Virgen de Brugués, según se diga en catalán o en castellano.

    Parece ser que la primera construcción fue en el siglo XIII y que en 1347, después de muchos avatares, la reconstruyó la familia Marc. Siguió teniendo avatares hasta 1936 y reconstruida definitivamente en 1960.




Distintas vistas de la Ermita de Brugués.

        Ya a la llegada, nos lo indican varios letreros.


Uno de los letreros indicativos.

    Como no pudimos entrar en la ermita a ver cómo es la Virgen, he encontrado en Internet esta cerámica con los “Goigs a la Mare de Déu de Brugués” (Gozos a la Madre de Dios de Brugués) que no sé donde está, pero que nos da una idea de lo que podría ser o haber sido la imagen románica de la Mare de Déu de Brugués.


    Junto a la Ermita edificó la familia Marc la Casa del Santero y, junto a ella, se ha abierto un restaurante donde anuncian carnes a la brasa.


Otro de los letreros indicativos.


Entrada al restaurante Ermita de Brugués.


Entre el cartel de la entrada y el mantel te predisponen a la comida.


Pero yo me decidí por un gazpacho y otra vez por la Escalivada.

Las mujeres fueron más consistentes en sus segundos platos y prefirieron los asados.

Salimos contentos los tres.

    Como nota curiosa, cuando fui a reservar mesa me dijeron que si íbamos más allá de las dos y cuarto, ni reserva ni nada, así que reservé para la una y media.

    Cuando me preguntaron el nombre dije: Brugués. Y el hombre ni se inmutó. No sería la primera vez.

    Sobre la ermita, se levanta un cerro donde se mantiene, en ruinas, el Castillo de la Eramprunyà.

Sobre terreno de roca roja.

 

Fotografía invernal de la Ermita y del Castillo de la Eramprunyà

 

BARCELONA

    Pasamos un día en Barcelona con Esperanza y Emilio. Calor extremo que solventamos entrando en la Plaza de Toros Monumental, convertida en Centro Comercial Arenas.

    Han construido un enorme mirador circular sobre ella, donde se han instalado restaurantes de distintas especialidades y en uno de ellos entramos a comer y a hacer la sobremesa. Se estaba fresquito y todavía no se estaba aplicando lo de los 27º C.


 Vista de la Plaza con su “boina” y vista panorámica.

Y estamos tan agustito…

        Al salir de aquí, tuvimos accidente. Pilar pisó mal un bordillo, se le torció el pie y terminó por los suelos con un golpe lateral en el pecho. Tuvimos que levantarla dolorida y no hubo más remedio que coger un taxi e irnos a Sant Cugat.

        A lo largo de los días se le ha ido reduciendo el dolor, pero poco a poco.

        Con este incidente damos por terminada la estancia familiar en tierras catalanas. Lo hemos pasado muy bien y hemos estado muy a gusto en todos los sitios donde hemos estado. No hago mención al calor, que era general en toda España.

        Seguimos varios días el camino hacia los Pirineos, pero eso es motivo para otra historia.