Aunque soy enemigo de las costumbres fijas, hay una que he adquirido desde hace cuatro o cinco años, que es la de tomar un Café con leche a media mañana en una Cafetería de la Plaza de Plasencia y que no sé lo que durará porque, hasta hoy, me sigue gustando.
Claro que me sirve para romper la rutina del trabajo en el ordenador y cambiarla por la de las gestiones y los recados.
Antes era al revés, si tenía que salir a hacer algo, aprovechaba y me tomaba un café, pero he invertido las tornas y ahora salgo a tomar el café y, de paso, hago lo que tenga que hacer.
Ya sé que algunos me tacharán de pesado, pero no lo puedo evitar. Cada vez que subo a la Plaza, porque vivo cerca del río Jerte y la Plaza está dos o tres cuestas más alta, voy pensando en que, si mi admirada Falla de Plasencia hubiera provocado la ruptura de Europa con América, me tomaría todos los días mi cafetito en Canadá.
La explicación es bien sencilla. Salgo de mi casa camino de la Plaza y, por el camino, cruzo la travesía de la carretera nacional N-630, que atraviesa Plasencia y, en el punto por donde yo la cruzo, coincide con el trazado de la Falla.
La línea roja es mi recorrido y la amarilla es por donde, hipotéticamente, se produjo la ruptura de la Falla.
Esta es una foto ampliada de Plasencia, en la que se ve mi recorrido, el de la Falla y el del río Jerte alrededor de Plasencia.
Pues bien, si la rotura objeto de mis elucubraciones se hubiera realizado por aquí, mi recorrido habría sufrido una gran variación.
Las dos orillas separadas un montón de kilómetros, o millas marinas, para dificultarme el ratito agradable del café mediomañanero y de la prensa diaria.
Y, es que visto desde una perspectiva mayor, la Geología me lo hubiera puesto pero que muy difícil.
Y, si no, véase el itinerario.
Con esta dificultad, ¡a qué precio se me hubieran puestos los cafés!.
Como me dijo Carmen Cascón, mejor dejarlo en paz.
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